lundi 31 août 2015

Van Gogh y la Independencia del dibujo





31 de agosto de 2015, por Lunettes Rouges


Busco a una persona voluntaria para traducir el blog al inglés.



Vincent van Gogh, Anciano bebiendo café, noviembre de 1882, 49x28.3cm



La exposición de dibujos de Van Gogh en la Fundación Van Gogh de  Arles (que vi entre dos exposiciones de fotografías; hasta el 20 de septiembre) insiste sobre el aspecto menos conocido del pintor y en particular sobre sus primeros años de aprendizaje del dibujo. En lugar de una educación artística del desnudo académico, colecciona reproducciones, recorta grabados en los periódicos y se crea álbumes de referencia. Por ejemplo el grabado de William Small que vemos aquí abajo, Niebla de noviembre en Londres, en el cual la restitución de la niebla, del humo, de las antorchas y del resuello de los caballos crean una especie de realidad flotante y ambigua, y lo podemos imaginar fascinado con las líneas curvas y borrosas del dibujo (como lo estuvo con las estampas y dibujos japoneses).


William Small, Niebla de noviembre en Londres, 1877, grabado en madera, 22.4x30.2cm, publicado en The Graphic Portfolio


 
Lo más sorprendente es sin duda la fuerza de sus obras más antiguas, dibujos oscuros de mendigos y campesinos, de gente del pueblo hacia quienes se dirige, de cuerpos trabajando o descansando. Uno de los mejor logrados es (arriba) el anciano tomando café de La Haya (1882) que veremos después, leyendo o mirándonos fijamente dentro de su abrigo miserable :  la línea oblicua de la silla (¿premonitoria?), la fuerza de los zapatos, la forma como sostiene la taza con sus dedos entumecidos y toscos hacen que sea un dibujo asombroso.



Vincent van Gogh, El jardin del hospital, Arles, mayo de 1899, 46.6x59.9cm


 
La exposición demuestra ampliamente que después sus dibujos, bosquejos o al contrario obras "derivadas" estaban ligados frecuentemente con sus cuadros, que durante largo tiempo Van Gogh desconfió del color, "que molesta" decía, para concentrarse sobre el dibujo, que sus dibujos de Arles, como este del jardín del hospital, aportan la misma conmoción que sus cuadros atormentados. 



Vincent van Gogh, Retrato del Doctor Gachet, Auvers-sur-Oise, 15 de junio de 1890, agua-fuerte, 18x15cm



 En fin, es la oportunidad para ver su única agua-fuerte, que hizo por casualidad el 15 de junio de 1880 cuando pasa por casa del doctor Gachet y que éste le da una placa sobre la cual van Gogh dibuja ahí mismo el retrato de su anfitrión.



Al lado, las exposiciones de Roni Horn (y ¿qué hacen ahí esos cilindros de vidrio que nada tienen que ver con el dibujo?) y de la japonesa Tabaimo no dan la talla. Muy bonito catálogo de Actes Sud, quienes publican también el catalogo de una exposición que confronta a van Gogh y a Munch, que aún no he visto.


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Presencia del libro y desaparición del texto (Lourdes Castro)



17 de agosto de 2015, por Lunettes Rouges



 
Lourdes Castro, Lettres et deux maisons, 1962, coll. CAM Gulbenkian, détail



Puede ser difícil hacer (y visitar) exposiciones de libros de artistas : vitrinas incómodas, sólo una página visible, sistema de referencias difícil de explicar... Si la exposición de Lourdes Castro en la Fundación Gulbenkian (hasta el 26 de octubre) no cae en estos escollos, es sin duda gracias a los talentos conjugados de la artista (una viva muchacha de 84 primaveras) y del comísario (Paulo Pires do Vale, a quien debemos el excelente plegado), y me parece también que se debe al hecho de que no solamente se trata de libro, de lenguaje, de sentido y de ilustración sino también de signos y de todo lo que podemos hacer con las letras cuando se las trata como objetos visuales que se pueden manipular. Vemos la ambivalencia desde la entrada : un cuadro de una mujer leyendo (¿"Qué lee Marie-Alice?"), y la composición de aluminio, debajo de las dos casitas, letras (y otros signos, como botones de chaqueta) forman un zócalo tan indescifrable como un texto de una cultura desaparecida y sobre la cual, el ojo, desposeído de la necesidad de entender, erra y disfruta con la armonía que tropieza con las formas. 




Lourdes Castro, Sombras transparentes, 1967





Luego muchos libros (de los cuales, me parece, se han mostrado pocos) pretextan la moda, la cocina, pero sobretodo tejen en torno a poemas (Apollinaire, Rilke, Rimbaud, Helder... y, una letanía para repetir en voz alta, la genealogía de Jesus según el evangelio de San Mateo, texto absurdo con sonidos encantadores), a menudo con humor y ternura. Otros se inspiran, tema recurrente en ella, en la sombra proyectada, descifrar una realidad inmediata, proyectada, jugando a menudo con plexiglas o rhodoid, algunas de sus "sombras" son tan finas, tan delicadas, tan cercanas al objeto proyectado que tenemos la impresión de ver fotogramas, no revelados por la sombra sobre una superficie pasiva sino marcados por la luz sobre un papel sensible.




Lourdes Castro, Avessos encadeaodos : Goethe, 1971





Pero aquí lo más fascinante es que el texto desaparece y se consagra el libro como simple objeto físico : hay algunos libros minúsculos, milimétricos, sin texto ni imagen, simples libros-objeto. Hay libros bordados : en la primera página aparecen legibles las palabras, según los libros, Sombra, Ombre, Goethe (arriba), Alvess, el ideograma Kagé, también cambiado, luego el revés del revés y así sucesivamente hasta que de página en página la palabra se vaya borrando, el sentido desaparece, las formas se deforman y a veces vemos un destello que hace reconocer. Esta mutación, esta alquimia que se aplica a las formas y a las letras, esta transposición obstinada nos hacen ver una búsqueda sobre el signo aparte del sentido, como soy un enamorado de las escrituras para mi indescifrables esto me parece apasionante. Y el bordado de Lourdes Castro es mucho más verdadero, radical, rebelde y contemporáneo que el crochet...



Lourdes castro et Manuel Zimbro, Otro Libro Rojo, 1970, vista de la exposición
 


La última sala presenta un libro que hizo con su compañero Manuel Zimbro a partir del libro rojo del presidente Mao, monumento para los que fueron jóvenes y locos hace 40 años. Unas cien páginas en las paredes con el tema del rojo, de la sangre al amor, del fruto al poder, del juego a lo prohibido : de la política y de la ironía, de la historia y de la poesia. Más desordenado imposible, y cada página (que habría que volver a ver con el Pastoureau en la mano) hace soñar.


Fotos del autor, excepto la segunda.

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